Cada vez más pakistaníes están emprendiendo el camino hacia Libia en busca de una oportunidad laboral en Europa. Sin embargo, esta travesía no está exenta de peligros, como quedó resaltado cuando una embarcación sobrecargada naufragó frente a las costas de Grecia en junio, llevándose consigo una gran cantidad de vidas. De los casi 13,000 pakistaníes que se aventuraron hacia Libia y Egipto este año, la mayoría aún no ha regresado, incluidos dos adolescentes cuyas últimas palabras a su madre fueron para asegurarle que no se preocupara.
En una cálida comisaría de la provincia de Punjab, con una humedad agobiante, nos encontramos con un oficial cuya sien brilla con sudor. Tras un corto corredor abierto, lleno de papeles que parecen estar a punto de caer, nos llevan a una pequeña celda. Allí, dieciséis hombres se sientan en el suelo de cemento, mientras la humedad se filtra por las paredes. Un solitario ventilador gira tras las barras de la celda y un único inodoro se encuentra detrás de una baja pared.
Todos estos hombres están siendo acusados de estar involucrados en el tráfico de personas, y la mayoría de ellos se vincula directamente con el barco de migrantes que partió de Libia y se hundió frente a las costas de Grecia el 14 de junio. Se teme que casi 300 pakistaníes que se encontraban a bordo estén desaparecidos o muertos, incluyendo a los jóvenes Farhad, de 15 años, y Touheed, de 18.
Al preguntar si alguno de ellos desea hablar, la mayoría evita la mirada, pero un hombre, Husnain Shah, toma la palabra. Para él, esta es su tercera detención; ha sido traficante de personas durante más de una década, aunque niega haber tenido un papel importante en el naufragio frente a las costas de Grecia.
Husnain Shah forma parte de los 16 hombres que comparten una celda policial en Punjab, todos ellos acusados de tráfico de personas.
“El desempleo aquí es tan alto que la gente viene a nuestras casas y nos pide que los pongamos en contacto con alguien que los lleve al extranjero”, explica. Husnain cree haber llevado a miles de personas durante sus años de operación.
“Comencé en esto porque no había otras opciones. No tengo un papel principal, son las personas en Libia quienes tienen mucho poder y dinero; nosotros ni siquiera recibimos la parte más grande, ni siquiera una décima parte del dinero”.
Cuando se le pregunta si siente culpa por lo sucedido a quienes han perdido la vida en estas travesías, su tono cambia.
“Me siento muy triste, realmente avergonzado por todo esto. Pero, ¿qué podemos hacer? Si yo no lo hago, alguien más lo hará”.
Con el sueño de una vida mejor en Europa, muchos pakistaníes se enfrentan a decisiones difíciles y arriesgadas, buscando oportunidades laborales y una vida más próspera. Sin embargo, las peligrosas travesías hacia el continente europeo han cobrado un alto costo humano. La desesperación por una vida mejor empuja a algunos a recurrir a rutas ilegales y arriesgadas, como la que pasa por Libia. Esta situación plantea el desafío para las autoridades de abordar las causas profundas de la migración irregular y brindar oportunidades genuinas a aquellos que buscan una nueva esperanza en tierras lejanas.